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Quarracino: Gracias Benedicto XVI, Santo Cooperador de la Verdad

gen 01, 2023

Estimados StilumCuriali, recibimos y publicamos con gusto este artículo de José Arturo Quarracino, en memoria de Benedicto XVI. Feliz lectura.

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  GRACIAS BENEDICTO XVI, Santo Cooperador de la Verdad


El justo florecerá como la palmera, crecerá como los cedros del Líbano: trasplantado en la Casa del Señor, florecerá en los atrios de nuestro Dios. En la vejez seguirá dando frutos, se mantendrá fresco y frondoso, para proclamar qué justo es el Señor, mi Roca, en quien no existe la maldad. 

(Sal 92, 13-16)

Hoy 31 de diciembre ha llegado a su fin la vida terrenal de Benedicto XVI, después de casi 9 años de vida de oración y silencio como Papa emérito. Como hemos sabido en estos días, llegó al final del camino con plena lucidez mental e intelectual y casi sin poder hablar -como aconteció con Juan Pablo II en sus últimos años-, apagándose lentamente, como informara su secretario privado, el arzobispo Georg Gänswein.

Por supuesto que es muy grande el dolor que su partida provoca en nuestros corazones, así como son inevitables las lágrimas que derramamos, por un lado de tristeza, pero también colmadas de alegría, porque sabemos con toda certeza que nuestro querido Joseph Ratzinger ya está gozando en el Paraíso y que ha recibido de Nuestro Señor Jesucristo el premio de la santidad eterna, que ya había empezado a irradiar en su ministerio sacerdotal, episcopal y papal. En este sentido, el salmo que citamos líneas arriba quizás sea uno de los textos de la Sagrada Escritura que mejor defina al Santo Padre emérito y su paso en la vida de la Iglesia en la segunda mitad del siglo pasado y en las dos primeras décadas del siglo actual. Salmo que se recita todos los años en el Oficio de Lectura del 2º sábado de Cuaresma.

Joseph Ratzinger ha vivido como sacerdote una vida ejemplar al servicio de Cristo y de su Iglesia. No podemos olvidar que el lema de su escudo episcopal ha sido el de “Cooperadores de la Verdad”, porque es la esencia del oficio sacerdotal que él vivió a lo largo de toda su vida: servidor de la Verdad, siervo de Nuestro Señor Jesucristo y del Dios trinitario. Su sacerdocio fue una de las expresiones más plenas y acabadas de lo que significa ser sacerdote: hacerse humanamente nada para que Cristo pueda ser todo a través de la persona que se consagra a Él. Tal como él mismo lo expresó en su oportunidad: “El ministerio de la Palabra exige del sacerdote la participación en la kénosis de Cristo, el manifestarse y el humillarse en Cristo. El hecho que el sacerdote no habla más de sí mismo, sino que lleva el mensaje de otro, de ninguna manera significa indiferencia personal, sino más que nada lo contrario: el perderse en Cristo que retoma el camino de su misterio pascual, y así lleva a encontrarse verdaderamente a sí mismo y a la comunión con Aquél que es el Verbo de Dios en persona. Esta estructura pascual del no-yo y, sin embargo, de mi verdadero yo, muestra en definitiva la finalidad del ministerio de la Palabra más allá de todo lo que es funcional, penetra dentro del ser y supone el sacerdocio como sacramento”[1]. En este sentido, Joseph Ratzinger/Benedicto XVI vivió y practicó este anonadamiento personal en el misterio de Cristo para ser un verdadero “alter Christus”, pero no en forma autorreferencial, sino siendo plenamente consciente que todo sacerdote como tal está al servicio de todo creyente, ya que éste último está llamado a servir a Cristo en el mundo, para lo cual necesita el apoyo y acompañamiento del sacerdote. Es decir, el laico no está destinado al servilismo clerical, sino a ser testigo de Jesucristo en un mundo que muchas veces se enfrenta o directamente rechaza a Dios.

Su renuncia al ejercicio activo del papado el 11 de febrero del año 2013 significó justamente la plenificación de su vocación sacerdotal, aunque suene paradójico o contradictorio. El querido papa Benedicto XVI no renunció al sacerdocio, sino que en definitiva y en última instancia hizo lo que el Señor le debe haber pedido en esas horas dramáticas para él, para la Iglesia y para el mundo. Los hechos posteriores –fundamentalmente, la elevación al papado de Francisco- muestran que el papa Ratzinger supo humillarse para dar paso a quien el Señor ha querido poner al frente de su Iglesia en este momento de la historia: el papa Ratzinger no hizo lo que quiso, sino lo que Cristo le pidió, al precio de su humillación “mundana”, como lo puede ser su renuncia por cansancio físico o espiritual. Lo que ha pasado desde entonces debe ser evaluado serena y profundamente, con “los ojos del Señor”.

El Santo Padre emérito no renunció al papado, sino a su ejercicio activo, ya que siguió trabajando y cooperando con su Señor (nuestro Señor) con su vida prácticamente monástica consagrada a la oración y a la meditación. Como Moisés en la batalla del pueblo de Israel contra los amalecitas, Benedicto XVI sostiene el combate espiritual de la Iglesia toda. Bien podemos afirmar, en total convencimiento que si Jorge Mario Bergoglio llegó a ser Papa, puede serlo gracias al testimonio sacerdotal y sacrificial de Joseph Ratzinger/Benedicto XVI, para “que se pusieran al descubierto las intenciones de muchos corazones” y para que saliera a la luz “la inmundicia que hay en la Iglesia de Cristo, incluso entre quienes, en el sacerdocio, deberían pertenecer por entero a Jesús” (Via Crucis en el Viernes Santo del 2005).

                           

 

Su renuncia al ejercicio activo del papado no significó un acto de debilidad ni cobardía, sino todo lo contrario: sólo un hombre valiente y dotado de coraje viril pudo aceptar en un primer momento la voluntad del Señor y hacerse cargo de la herencia de Juan Pablo II, y sólo un hombre valiente y de coraje como él podía dar un paso al costado para que otro –con más fuerzas físicas- tomara el timón de la nave de la Iglesia y librara los combates que hoy está librando: sin la humillación de Benedicto XVI, no hubiera habido un Francisco ni se hubiera hecho presente “la abominación de la desolación” en la sede petrina no se hubiera hecho presente “el Adversario, el que se alza con soberbia contra todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto, hasta llegar a instalarse en el Templo de Dios, presentándose como si fuera Dios” (2Ts 2, 4).

Benedicto XVI fue en estos últimos años el Santo Padre emérito que, como sucesor de Pedro, fue en una forma muy especial cabeza de la Iglesia y piedra fundamental de ella. Hoy ha partido a la Casa de Dios para formar parte del ejército celestial de los santos que dan permanentemente gloria a Dios en las alturas y acompañan e inspiran a los hijos de Dios en su peregrinar en este valle de lágrimas que es el mundo alejado de Dios y rebelde a su gracia y a su amor. Ha partido, pero nos ha legado y puesto en nuestros manos su sabiduría humanista y cristiana y su vida sacerdotal ejemplar.

Su santidad en vida nos hizo ver y saber que él ha sido realmente el rostro de Dios en medio de este mundo tormentoso y tenebroso. Ahora, como santo en el cielo tenemos los creyentes un nuevo y poderoso intercesor ante Dios, para que nos siga impregnando de gracia, sabiduría y valentía para llevar el mensaje del Evangelio a un mundo que más que nunca necesita recibir y nutrirse de la Palabra que ilumina y del Pan que alimenta espiritualmente a todo aquél que sabe recibirlo, para ser sal de la tierra y luz del mundo.

Gracias Benedicto XVI, por tu ejemplo sacerdotal sin igual. Gracias Benedicto XVI, por tu sabiduría humilde y por tu humildad sabia, por haber sabido ser humilde en tu grandeza y ser grande en tu humildad. No sólo has hecho teología de rodillas, sino que has dejado que la Palabra de Dios te moldee a imagen suya, irradiando la Paz que viene de Dios. Gracias por tu impresionante magisterio, que seguirá alimentando nuestra alma y nuestra fe. Gracias por tu hermosa vida sacerdotal, a través de la cual dejaste que sea Jesucristo quien hable a través de tu palabra y de tu ejemplo. En definitiva, danke Heiligen Vater Benedikt: wir leben dich, weil Gottes Angesicht bist du in der Welt [Gracias, Santo Padre Benedicto: te amamos, porque eres el rostro de Dios en el mundo].

José Arturo Quarracino

31 de diciembre de 2022

 

[1] Card. Joseph Ratzinger, «El ministerio y vida de los Presbíteros», publicado en el Nº 1/96 de la Revista SacrumMinisterium(traducción por José Arturo Quarracino).


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